LIBROS

 
Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.
Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disculpar a nadie, sino a mi mismo.
Sólo por hoy seré feliz, en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en este también.
Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten todas s mis deseos.
Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura: recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.
Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y sí me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.
Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpla cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades la prisa y la indecisión.
Sólo por hoy creeré firmemente -aunque las circunstancias demuestren lo contrario- que la buena  providencia de Dios se ocupa de mi como si nadie existiera en el mundo.
Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.  Puedo hacer el bien durante doce horas.  Lo que me descorazonaría sería pensar tener que hacerlo durante toda mi vida.-
                                                                                                           Juan XXIII



 

 
"Aceptación" significa que soy bienvenido tal como soy; que, aunque siempre sea necesario mejorar, nadie me obliga a ello.
¡No tengo por qué ser la persona que no soy! Tampoco me veo obligado por mi pasado o por mi presente.
Por el contrario, se me da la posibilidad de descubrir y superar los errores pasados.
En cierto sentido, podría decir que la aceptación es un desvelar.
Cada uno de nosotros nace con muchas posibilidades. Pero, a menos que sean extraídas por el cálido toque de la aceptación de otro, permanecerán ocultas.
La aceptación libera todo lo que existe en mi.
Sólo cuando soy amado en ese profundo sentido de la completa aceptación, puedo llegar a ser yo mismo.
 
El amor, la aceptación de los demás, hace de mi la persona única que estoy destinada a ser.
 
Cuando se aprecia a una persona por lo que hace, no se la considera única; alguien más puede realizar el mismo trabajo, y quizás incluso mejor que ella.
 
Pero cuando se ama a una persona por lo que es, se convierte en una personalidad única e irremplazable.  Por tanto, efectivamente necesito de esa aceptación para ser yo mismo.  Cuando no soy aceptado, no soy nadie; no puedo sentirme realizado.  Una persona aceptada es una persona feliz, porque se ha dado a conocer , porque puede crecer.
Aceptar a alguien no implica negar sus defectos, enaltecerlos o tratar de justificarlos.  "Aceptación" tampoco quiere decir que toda lo que esa persona haga sea magnifico o admirable. La verdad es que es exactamente lo  contrario.  Cuando niego los defectos de alguien, con toda seguridad no lo acepto.  No he penetrado hasta lo más profundo de esa persona.  Solo cuando acepto a una persona puedo de verdad enfrentarme a sus defectos.
Para expresarlo de modo negativo, aceptación significa que nunca doy a una persona la sensación de que no  cuenta.  No esperar nada de alguien equivale a  destruirlo, a hacer de él un ser estéril. No puede hacer nada.
                                                                                                   Piet Van Breemen



Dios me acepta como soy, como yo soy, y no como debería ser.
Afirmar  esto último es proclamar un mensaje vacío, porque nunca soy como debería ser.  Sé que en realidad no sigo un sendero recto.
Hay muchas curvas, muchas decisiones equivocadas que en el curso de la vida me han llevado a donde4 ahora estoy; y la Escritura me dice que "el lugar en que estás es tierra sagrada" (Ex. 3, 5)
Dios sabe mi nombre: "Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada" (Is. 49, 16).  Dios no puede mirar sus manos sin ver mi nombre. Y mi nombre soy yo.
Dios me garantiza que puedo ser yo mismo. San Agustín dice: " Un amigo es aquel que sabe todo acerca de ti y, aun así, te acepta".
Este es el sueño que todos compartimos: que algún día pueda encontrar a la persona con la cual realmente hablar, que me entienda a mi y lo que digo; alguien que sepa escuchar incluso  oír lo que no se ha dicho y que, por tanto, me acepte de verdad.  Dios es la realización de este sueño.
Él me ama con mis ideales y mis desilusiones, con mis sacrificios y mis gozos, con mis éxitos y mis fracasos.
Dios es el fundamento más profundo de mí ser.
Una cosa es saber que soy aceptado, y otra  muy distinta verificarlo.
No basta con haber sido tocado una vez  por el amor de Dios.
Se necesita más para construir la propia vida sobre ese amor.
Hace falta mucho tiempo para creer que Dios me acepta como soy. ¡Cuántas veces se nos ha dicho que es importante amar a Dios...!  Y es verdad. Pero mucho más importante es que Dios nos ama a nosotros.
                                                                                              Piet Van Breemen   

 
 La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría.  Porque la alegría tiene otro origen.  Es espiritual.  El dinero, el confort, la higiene, la seguridad material no faltan con frecuencia; sin embargo, el tedio, la aflicción, la tristeza forman parte, por desgracia, de la vida de muchos.
Esto llega a veces hasta la angustia y la desesperación que ni la aparente despreocupación ni el frenesí del gozo presente de los paraísos artificiales logra evitar.
¿Será que nos sentimos importantes para dominar el progreso industrial y planificar la sociedad de una manera humana? ¿Será que el porvenir aparece demasiado incierto y la vida humana demasiado amenazada? ¿O no se trata más bien de soledad, de sed de amor y de compañía no satisfecha, de un vacío mal definido?
Por el contrario, en muchas regiones, y a veces cerca de nosotros, el cúmulo de sufrimientos físicos y morales se hace oprimente; ¡tantos hambrientos, tantas victimas de combates estériles, tantos desplazados!
Estas miserias nos son quizá más graves que las del pasado, pero toman una dimensión planetaria; son mejor conocidas, al ser difundidas por los medios de comunicación social, al menos tanto cuantos las experiencias de felicidad; ellas abruman las conciencias, sin que con frecuencia pueda verse una solución humana adecuada.
Sin embargo, esta situación no debería impedirnos hablar de la alegría, esperar la alegría.  Es precisamente en medio de sus dificultades cuando nuestros contemporáneos tienen necesidad de conocer la alegría. de escuchar su canto...
Lo hombres evidentemente deberán unir sus esfuerzos para procurar el menos un minuto de alivio, de bienestar, de seguridad, de justicia, necesarios para la felicidad de las numerosas poblaciones que carecen de ella.
La acción solidaría es ya obra de Dios; y corresponde al mandamiento de Cristo.  Ella procura la paz, restituye la esperanza, fortalece la comunión, dispone la alegría para quien da y para quien recibe, porque hay más gozo en dar que recibir.
                                                                                                                              Pablo VI
 
 
 
Hoy se hace necesario un esfuerzo paciente para aprender a gustar simplemente las múltiples alegrías humanas que el Creador pone en nuestro comino.
- la alegría exultante de la existencia y de la vida;
-la alegría del amor honesto y santificado;
-la alegría tranquilizadora de la naturaleza y del silencio;
-la alegría a veces austera del trabajo esmerado;
-la alegría y la satisfacción del deber cumplido;
-la alegría transparente de la pureza, del servicio, del saber compartir:
-la alegría exigente del sacrificio:
El cristiano podrá purificarlas, completarlas; no puede despreciarlas.  La alegría cristiana supone un hombre capaz de alegrías naturales.  El mismo Jesús, con frecuencia, ha anunciado el reino de los cielos, a partir de estas alegrías.
                                                                                                                               Pablo VI
No tengo que esperar que toda vaya bien, sino que puedo celebrar cada pequeño indicio que me dice que el reino está cerca.
Esto exige una disciplina. Exige elegir la luz aun cuando haya oscuridad que me da miedo, elegir la vida aun cuando las fuerzas de la muerte estén tan a la vista, y elegir la verdad aun cuando esté rodeado de mentiras.
Tiendo tanto a impresionarme por la tristeza innata a la condición humana que ya no reclamo la alegría que se manifiesta en formas, mu pequeñas, pero auténticas.
La recompensa por elegir la alegría es la propia alegría. Vivir entre gente con enfermedades mentales me ha convencido de ello.
Hay muchos signos de desprecio, dolor, y muchas heridas entre nosotros, pero una vez que eliges descubrir la alegría escondida en medio de tanto sufrimiento, la vida se convierte en una fiesta.  La alegría no niega la tristeza, sino que la transforma en tierra fértil para cultivar la alegría.
Seguramente me llamarán ingenuo, poco realista y sentimental, y me acusarán de ignorar los problemas "reales", los males estructurales que subrayan mucha de la miseria humana.  Pero Dios se alegra cuando un pecador arrepentido vuelve.  Estadísticamente esto es muy interesante.  Pero a Dios no parece interesarle los números.
¿Quién sabe si el mundo no está destruido porque una, dos o tres personas han seguido rezando cuando el resto de la humanidad ha perdido la esperanza?
Desde la perspectiva de Dios, un acto oculto de arrepentimiento, un gesto de generosidad, un momento de verdadero perdón es todo lo que se requiere para que se levante de su trono, corra hacia su hijo y llene el cielo de sonidos de alegría divina.
                                                                                                           Henri J.M. Neuwen 
No estoy acostumbrado a alegrarme de las cosas pequeñas, de las que están escondidas y de las que la gente que está a mi alrededor no se da cuenta.
Generalmente estoy preparado para recibir malas noticias de guerra, violencia y crímenes, y para ser testigo de conflictos y desórdenes.
Siempre estero los que me visitan me cuenten sus problemas, sus contratiempos, sus desilusiones, sus depresiones y sus angustias.
De alguna forma, me he acostumbrado a vivir con la tristeza y mis ojos ya están sensibilizados para ver la alegría y mis oídos para oír la dicha que pertenece a Dios, y que se encuentra en los rincones escondidos del mundo.
Tengo un amigo que está tan unido a Dios que es capaz de ver alegría allí donde yo creo que sólo hay tristeza.  Viaja mucho y conoce a cantidad de gente.
Cuando vuelve a casa, siempre espero que me cuente cosas acerca de la difícil situación económica de los países donde ha estado, acerca de las grandes injusticias sobre las que ha oído hablar, y del dolor que ha visto.
Sin embargo, aunque es muy consciente de la agitación en la que vive el mundo, muy rara vez habla de ello.
Cuando comparte sus experiencias, habla sobre la alegría que ha descubierto y que estaba escondida.
Habla de un hombre, una mujer o un niño que ha llevado esperanza y paz.  Habla de pequeños grupos de gente que tienen fe los unos en los otros en medio del desorden y el alboroto.
Habla de los pequeños milagros de Dios. Hay veces que me llevo una desilusión porque lo que quiero oír son "noticias de periódico", historias excitantes y estimulantes que se cuentan entre amigos.  Pero jamás responde a mi necesidad de sensacionalismo.
Sigue diciendo: "Vi algo muy pequeño y muy bello, algo que me dio mucha alegría".
Tengo que aprender a "robar" toda  la alegría que haya disponible y hacérsela ver a los demás.
                                                                                                  
                                                                                                   Henri J.M. Nouwen


Como el Padre me amó, así también  los he amado yo; permanezcan en mi amor.
Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa.
Éste es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado.
No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos, y si ustedes son mis amigos, si cumplen los que les he mando.
Ya no los llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón.   Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre.
Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los ha eligió a ustedes y les preparé para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca.   Así es como el Padre les concederá todo lo que le pidan en mi Nombres.
Esto es lo que les mando; ámense los unos a los otros.
                                                                                                                            Juan 15, 9 - 17
La conversación agradable atrae muchos amigos, y al que habla amablemente todos lo saludan.
Que sean muchos tus amigos, pero amigo intimo sólo uno entre mil.
Si consigues un amigo, ponlo a prueba; no confíes demasiado pronto en él.
Porque algunos son amigos cuando les conviene, pero no cuentas con ellos cuando los necesitas.
Hay amigos que se vuelven enemigos y te hacen quedar mal hablando de tus pleitos.
Algunos son amigos a la hora de comer, pero cuando te va mal no los encuentras.
Mientras te vaya bien, serán uña y carne contigo; pero cuando te vaya mal, te abandonarán.
Si algo malo te ocurre, se vuelven en contra tuya y se esconden de ti.
Aléjate de tus enemigos y cuídate de tus amigos.
Un amigo fiel es una protección segura; el que lo encuentra ha encontrado un tesoro.
Un amigo fiel no tiene precio; su valor no se mide por dinero.
Un amigo fiel protege como un talismán; el que honra a Dios lo encontrará.
El amigo es igual a uno mismo, y sus acciones son iguales a su forma.
                                                                                                   Sirac.  6, 5-17
 
El amigo es, ante todo,
uno que no juzga.
El amigo es quien abre la puerta al viajero
con todas sus limitaciones,
sus muletas, su bastón
y no le pide que dance
para juzgar su danza.
Y si el viajero habla de la primavera
que ya ha llegado, el amigo
es aquel que acoge dentro de sí la primavera.
Y si habla del horror de la carestía
 en el pueblo del que viene,
el amigo sufre con él el hambre.
Porque la amistad en el hombre
 es la parte destinada a ti
y abre para ti una puerta que tal vez
no abrirá nunca ningún otro...
Son verdaderos amigos míos
los que se postran conmigo en la oración,
unidos como granos de una misma espiga
en espera de convertirse en pan.
                                                                                                               Antoine de Saint-Exupéry
 


 
 
Si alguien me preguntara: ¿Qué es el amor?  Contestaría según mi experiencia:
El amor es un soldado en guerra, solo e infeliz, que escribe a sus familiares una carta alegre.
El amor es un hombre que promete encontrar trabajo a un pobre desempleado y cumple con su promesa.
El amor es una mujer que, conocida la falta de otra mujer, no la revela a nadie.
El amor es una ama de casa de treinta años que ofrece a un huésped indeseado lo mejor de lo que tiene en su heladera, y le sirve personalmente sobre el más lindo de sus manteles.
El amor es un niño de colegio que aprende el alfabeto de los sordomudos para poder hablar con una señora anciana que no oye.
El amor es el que da generosamente y con alegría, cuando un pobre vuelve por segunda vez a pedir limosna.
El amor es la persona que en lugar de quejarse, ve reflejada en las faltas del prójimo su propia debilidad.
El amor es el alma agradecida que se acuerda de sus deudas y las paga lo mejor que puede.
En el amor, no hay ni pretensiones ni derechos.  Como dice Pablo: "El amor no pretende". Las tres palabras que usa san Pedro para el amor: "serio..., sincero..., fraterno..., " indican el verdadero carácter del amor.
Mientras que los impulsos sentimentales y las emociones pueden volverse peligrosas si aumentan violentamente, el amor no puede ser nunca demasiado fuerte o demasiado intenso.  Nació Dios (Kempis), y no hace ningún mal (Pablo).  Cuando más amor hay
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario